Mi primera experiencia con Proyecto Encuentro Acoge fue en Palma el Día de la Inmaculada Concepción, 8 de diciembre de 2020. Una fecha muy especial, ya que la asociación celebraba su día más importante del año, el Día de las Mochilas. Vendría a ser como una jornada de puertas abiertas para dar a conocer el proyecto. Todo empezó en la iglesia de Sant Jaume con una presentación de Fátima y Paula. Seríamos un centenar de personas. Una vez hechas las presentaciones, nos dividimos en grupos y empezamos nuestras rutas por la ciudad.

A mí me tocó con el grupo que dirigía Paula. Uno de los lugares donde fuimos fue la zona de Ocimax. Allí conocimos a Bryan y Miguel Ángel. Ambos nos acogieron y nos recibieron con una sonrisa y una grata conversación, como todas las personas que visitamos aquella noche. Recuerdo que hacía mucho frío y que me sentía un privilegiado cada vez que entraba en el coche para ir a otro punto de la ruta. Cuando llegué a mi casa, cené con mi familia y me acosté en sábanas limpias. En aquel momento supe que quería repetir la experiencia para no olvidar lo afortunado que soy.

Aquel fue un invierno frío, duro y triste. Sólo en Palma murieron 5 personas en situación de calle, al menos que conociéramos. Además, la pandemia provocó que muchos voluntarios mayores dejasen de venir. Recuerdo que la noche de Reyes de 2021 me tocó hacer la ruta de Ocimax con Loly, otra voluntaria. Mientras los tres magos recorrían las calles en una cabalgata con restricciones debido a la pandemia, nosotros visitábamos a tres hombres en la calle (casualmente, eran dos blancos y uno negro): Bryan, David y Miguel Ángel. Este último estaba con su larga barba durmiendo en un coche abandonado. Le tocamos la puerta y enseguida se despertó.
«Los echo de menos», lamentaba sobre sus amigos fallecidos durante este invierno. Ya que ninguno de ellos tuvo un funeral, Loly propuso dedicarles una misa y yo me ofrecí para acompañar a Miguel Ángel a la iglesia. Él, que es un hombre de Fe, aceptó con ilusión la propuesta. Así que se lo comentamos al resto de voluntarios y hablamos con D. Mateu, rector de la parroquia de Sant Jaume. A todos les pareció una buena iniciativa, así que nos pusimos manos a la obra. Unos días antes pasé para llevarle algunos productos de higiene y el domingo 17 de enero (San Antonio Abad) fui a recogerle antes de la ceremonía.
Cuando llegué al lugar, me encontré a Miguel Ángel rodeado de gente. Algunas de estas personas estaban en situación de calle y otras venían de un centro del Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales (IMAS). Saludé a las que conocía y me presenté a las que no. «Hola Juanjo, soy Jordi y acabo de salir de la cárcel», me dijo uno de ellos. «Hola Jordi, la verdad es que no sé qué se dice en estos casos», pregunté con sinceridad. «Puedes decir: Bienvenido», contestó Jordi con naturalidad. «Pues bienvenido, Jordi», contesté con una sonrisa.

Una vez realizadas las presentaciones, dije el motivo de mi visita y pregunté si a alguien le apetecía venir a la misa con Miguel Ángel y conmigo. Él único que respondió afirmativamente fue Jordi. Me comentó que aunque él fuese evangelista, no le importaba asistir a una ceremonia católica. Además, Miguel Ángel y él mantenían una buena amistad desde hace años. También hacía tiempo que ambos no iban a la iglesia y por ello les hacía una ilusión especial.
Así que les acompañé a la misa que ofició D. Mateu en Sant Jaume. Allí, en el coro, estaban Paula, Fátima y Marga, quienes homenajearon a los fallecidos con emotivas canciones. Tanto Miguel Ángel como Jordi, quedaron muy satisfechos y agradecidos de haber asistido. «Que Dios te bendiga, Juanjo», se despedía Jordi de mí cuando les dejé de vuelta en el punto donde los recogí. En el siguiente capítulo puedes descubrir cómo continúa la historia de Jordi.
